En Riosucio, Chocó, los incendios estructurales se vuelven cada vez más frecuentes, pero la respuesta institucional es precaria. El alcalde municipal ha retrasado los giros de recursos al Cuerpo de Bomberos, limitando su operación en medio de emergencias que exigen acción inmediata. La comunidad vive con temor, mientras el fuego avanza y la ayuda no llega.

La Defensa Civil trabaja con lo mínimo, sin dotación ni herramientas suficientes, improvisando en cada emergencia. Las motobombas entregadas en 2012 por el Fondo de Adaptación, tras el fenómeno de La Niña, están abandonadas: oxidadas, saqueadas y en total desuso. Equipos que deberían salvar vidas hoy solo acumulan polvo.

Durante los últimos incendios, la falta de funcionamiento de estos equipos expuso la negligencia. Las emergencias, que pudieron ser controladas, terminaron en pérdidas totales. Familias enteras han visto arder sus hogares, mientras los organismos de socorro hacen milagros con lo poco que tienen y la administración guarda silencio.

En lo que va del año, Riosucio ha registrado más de una docena de incendios. La comunidad es quien enfrenta las llamas, con baldes y mangueras, mientras el Estado llega tarde o no llega. Cada chispa que se enciende en el municipio deja al descubierto una cruda realidad: la desidia oficial está dejando más cenizas que soluciones.

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